Analizando #3 Florence y la autodeterminación
Una historia interactiva sobre la importancia de encontrarse a uno mismo en esa búsqueda de la felicidad.
¡Bienvenidas y bienvenidos a Letras y Pantallas! Mi nombre es Alex Ros —diseñadora narrativa y escritora que navega por libros y mundos digitales— y, para la tercera entrega de la sección Analizando #3, quería hablar de Florence.
Pero, Alejandra, ¿de verdad vas a analizar un juego de 2018 del que se ha hablado hasta la saciedad? La respuesta es un rotundo SÍ y os cuento el porqué. Desde que se lanzó Florence en Android y iOS hace ya seis años han sido muchas las personas que me han recomendado que jugase. Y, con tan solo una rápida búsqueda en Google, pude descubrir que hay infinidad de reseñas en prácticamente todos los sitios webs especializados en videojuegos. Antes de disponerme a jugar quise profundizar un poco en lo que decían estos medios sobre Florence.
Una historia de amor tierna, inteligente, constructiva, cuidada, cautivadora, costumbrista, sencilla pero revolucionaria.
Este destacado condensa algunas de las palabras o definiciones más repetidas de las reseñas que pude leer. Obviamente, mi yo más romántico estaba emocionado ante esta supuesta joya. Ahora sí, sin más dilación, me sumergí en el mundo de Florence dispuesta a recibir una buena dosis de sentimentalismo. 45 minutos más tarde me sentí ESTAFADA.
¿Es posible que nadie haya entendido el mensaje de Florence? ¿De verdad nadie ha profundizado más allá de su historia de amor romántico? ¿Tendrá algo que ver que el 95% de reseñas que he leído estén escritas por hombres? ¿Tan difícil le resulta a la sociedad ponerse en la piel de una joven de 25 años y entender sus conflictos internos? Pero entonces, ¡se obró el milagro! y encontré esta reseña de elDiario.es —firmada además por un hombre, ¡así que todavía hay esperanza!—.
Huelga decir que las reseñas que pude leer no son erróneas y todas ofrecen un detallado y acertado análisis del apartado de diseño, pero, en mi opinión, no son capaces de profundizar en el verdadero mensaje detrás de Florence. Esta ficción interactiva sí nos cuenta una historia de amor a través del clásico “chica conoce a chico”, pero su relato va mucho más allá. Florence habla sobre el amor propio, la aceptación y la felicidad. Sobre cómo ese camino a la felicidad no pasa necesariamente por una relación romántica —como nos han vendido durante mucho tiempo—, sino que depende exclusivamente de uno mismo. Florence pone de manifiesto la importancia de encontrarse a sí mismo para ser feliz.
⚠️ AVISO: esta publicación contiene spoilers del juego. ⚠️
¿Crisis de los 20? 🤔
Empecemos por el principio. Este juego —o, más bien, podríamos incluso hablar de novela gráfica interactiva— nos pone en la piel de una joven de 25 años llamada Florence Yeoh. A través de su primer acto nos metemos de lleno en la vida de Florence y podemos conocer un poco de su pasado y de cómo es su vida presente. Nos encontramos con una joven tímida, y algo introvertida, que vive sola y se gana la vida con un trabajo que no le hace feliz, mientras lidia con una madre sobreprotectora que se encarga de recordarle que está sola.
Una rutina que se repite día tras día. Apagar la alarma. Acicalarse para ir al trabajo. Un viaje en autobús o metro pasando los minutos en una red social navegando de publicación a otra. Ocho horas frente a interminables hojas de cálculo. Cenar cada noche frente al televisor para ver la serie o película de turno. Dormir y vuelta a empezar al día siguiente. ¿Te suena? La vida de Florence es un fiel reflejo de cómo el sistema capitalista nos ha sumido en esta rueda de producción en la que no tenemos tiempo para pensar o dedicar a lo que verdaderamente nos gusta o nos apasiona. En el caso de nuestra protagonista descubrimos a base de pinceladas —literalmente— cómo dejó de lado su amor por el arte a medida que se hacía mayor.
La forma en la que interactuamos con Florence y con su historia es muy sencilla. No requiere de mucha participación por nuestra parte y, salvo momentos concretos en los que tendremos que tapear —o hacer clic, en función de si jugamos en móvil o en ordenador—, nos convertimos casi en meros espectadores de esta suerte de novela gráfica interactiva.
«Lavarse los dientes representa la mundanidad de la vida cotidiana. En los cómics lo llamarían «slice of life», algo basado en vidas humanas reales y experiencias humanas reales. No pretende ser difícil, la idea es que cualquiera pueda superarlo y tener una experiencia agradable».
—Ken Wong (game developer, Mountains studio).
En el apartado visual se aleja bastante de lo que estamos acostumbrados a ver en juegos y se asemeja más al estilo artístico de un cómic o de una novela gráfica. Quizás con la intención de hacer sentir al jugador como un lector de esta especie de diario de Florence. Página tras página vamos descubriendo un nuevo capítulo de su vida. Esta lectura se ve “interrumpida” por momentos a través de una serie de minijuegos que, en palabras de su diseñador, se tratan de metáforas que nos permiten conectar con la protagonista de esta historia.
Amor a primera vista
En medio del tedio de su rutina, Florence es atraída por una melodía mientras camina por la calle hasta Krish que toca el contrabajo en una acogedora plaza de su ciudad. Poco después, y como por obra del destino, surge el amor por un choque fortuito mientras Florence monta en su bici. Todos los enseres de ambos se caen al suelo, pero no importa. Nuestros protagonistas han cruzado la mirada y ha surgido la magia. La chispa. El amor a primera vista tan recurrente de las obras de ficción romántica.
A partir de este momento acompañamos a Florence en su relación amorosa. Las primeras citas, las primeras discusiones, construir la confianza con el otro, dormir abrazos, irse a vivir juntos, decorar la casa a gusto de ambos. Todo este viaje se ve reflejado de forma magistral en las mecánicas de los minijuegos. Por ejemplo, la complejidad para resolver los puzles de las primeras conversaciones, en las que estamos más nerviosos, en contraposición a la rapidez y sencillez de los puzles que representan las discusiones entre Florence y Krish. Esta progresión en la dificultad de los puzles (o interacciones) es claramente intencionada y pone de manifiesto la mayor complejidad y profundidad de las emociones y sentimientos de los protagonistas.
Y aquí también entra en juego un aspecto que plasma la realidad de las relaciones. En los primeros capítulos nos adentrábamos en la rutina solitaria de Florence, pero esta queda a un lado cuando Krish llega a su vida. Sin embargo, al cabo de un tiempo de convivencia somos testigos de cómo caen en la monotonía y volvemos a experimentar muchos de los primeros puzles del juego, pero ahora desde otro prisma —pregunta seria, ¿por qué la rutina está tan mal vista?—.
La felicidad está en uno mismo
Cuando Krish llega a la vida de Florence, este se encuentra en medio de un proceso de admisión para un conservatorio de música. No obstante, le vemos dubitativo y con miedos o recelos. Sin dudarlo, Florence le mostrará su apoyo incondicional e, incluso “le obligará” a apuntarse y no dejar pasar la oportunidad.
La pareja se convierte en el centro de la vida de Florence y el amor se convierte en la piedra angular que da sentido a su existencia. Ahora ya no hay días aburridos en el trabajo y su productividad aumenta. Ya no hay discusiones con su madre porque ahora ya no está sola, ahora tiene un propósito que es su pareja.
Esto es algo que hemos visto en infinidad de películas o series. Algo que, día a día, multitud de parejas viven y que todos en algún momento hemos experimentado. Por supuesto, en esta sociedad patriarcal este es un mal que afecta en mayor medida a las mujeres. A las que, desde siempre, se nos ha dicho que la familia —o la pareja— es lo más importante y, para cuidar de la familia, debemos hacer concesiones. Esto inevitablemente nos obliga a dejar de lado nuestros pasatiempos, sueños o pasiones. Este mensaje resulta ya algo rancio en pleno siglo XXI y, obviamente, Ken Wong pretende romper una lanza en favor de la vida en armonía con uno mismo.
Esa ilusión que nos cautiva cuando estamos al principio de una relación es la que lleva a Florence a reconectar con su pasión por el arte y a retomar su práctica. Esto es algo con lo que personalmente conecté bastante mientras jugaba, pues me vi totalmente identificada. Desde que era adolescente me ha fascinado la ficción y la escritura, pero nunca he tenido la motivación suficiente —ni propia ni externa— para perseguir este camino. Fue mi pareja quien me animó a dejar un monótono trabajo de oficina y a darle una oportunidad a mis ilusiones. Gracias a eso, seis años después, trabajo para una de las compañías de videojuegos más importantes del mundo creando mundos de ficción —a ti, gracias—. Y esto puede parece muy bonito y romántico. Pero no lo es. No deberíamos esperar a que alguien nos de ese empujoncito y deberíamos ser capaces de creer en nosotros. Esto es muy fácil de decir en mi actual momento vital; hace seis años no lo era tanto.
Pero volvamos a Florence. Porque a veces ese pequeño empujón no es suficiente si depende únicamente de la persona que esté a nuestro lado, en lugar de depender de nosotros mismos. Y esto es precisamente lo que le sucede a nuestra protagonista. Nos adentramos así en los compases finales de su relación que, irremediablemente, llega a su fin. Porque, como dije al principio, este juego no es una historia de amor romántica. Es una historia de amor propio.
La autodeterminación
Estamos acostumbrados a vivir las historias de desamor en la literatura y en el cine, pero resulta más difícil de encontrar en los videojuegos. Al menos de la forma en que lo experimentamos en Florence. Y es que su desarrollador nos hace vivir la fase de duelo de una ruptura amorosa. Volver a acostumbrarnos a hacer nuestra vida solos, sin esa persona a nuestro lado. Ese asiento vacío del sofá, ese hueco tan grande en la cama. Esos momentos en los que todo te recuerda a él/ella.
Florence vuelve a la rutina y al tedio de su vida anterior a Krish. Todo vuelve a ser como antes: alarma, dientes, metro, trabajo, cena. Porque cuando no somos responsables de nuestra propia felicidad, da igual quién esté a nuestro lado. Debemos buscar la autorrealización y la autodeterminación por nuestro propio pie. Y eso es lo que consigue Florence. En medio de esa limpieza de recuerdos del pasado, la protagonista se da la oportunidad de luchar por sus sueños y retoma, de nuevo, la pintura. Pero esta vez ya no son retratos de alguien (como había hecho con Krish), sino que plasma su verdadera identidad en sus cuadros. Y solo cuando somos fieles a nuestra personalidad, podremos ser capaces de transmitirlo a los demás.
En el caso de Florence, nuestra protagonista sí consigue poder vivir de su arte, lo que le permite dejar su trabajo y ser feliz consigo misma por fin. Sin embargo, dedicarnos a nuestros hobbies y pasiones no siempre tiene que tener un fin monetario —aunque en un mundo ideal todos soñemos con dedicarnos a ello—. A veces simplemente nos permite explorar nuestro mundo interior, reflexionar sobre nuestras emociones y desarrollar nuestras personalidades de forma verdadera.
Si también te gustan los videojuegos y el diseño de juegos, te recomiendo este maravilloso análisis del diseño UX (experiencia de usuario) de Florence que desentraña la construcción de las mecánicas basadas en las emociones. Lo único, eso sí, el texto está en inglés.
¿Conocías este juego? Si lo habías jugado, ¡me encantaría conocer tus impresiones! No dudes en dejarme un comentario. Y si tienes alguna recomendación de juegos similares, ¡soy todo oídos!
¿Te ha gustado este análisis? Puedes encontrar más reseñas y artículos de otros videojuegos en publicaciones anteriores de la sección de #Analizando.
¡Hasta la próxima publicación!
Mientras tanto, puedes leerme en mis notes.
Nunca había leído antes una reseña de un videojuego! Y me encantó. Las historias interactivas nos hacen partícipes de la trama y eso, creo, hace que las vivamos a otro nivel.
Me da gusto haber encontrado tu newsletter, me interesa mucho la narrativa para videojuegos.