Profundizando #6 Un siglo de represión: familia, feminidad y lucha por los derechos de la mujer
Traducción al español de 'A Century of Supression' por Peter Pappas.
¡Bienvenidas y bienvenidos a Letras y Pantallas! Mi nombre es Alex Ros —diseñadora narrativa y escritora que navega por libros y mundos digitales— y en esta nueva edición de #Profundizando os traigo un artículo que no ha salido de mi puño y letra.
Se trata de un texto maravilloso de Peter Pappas, escritor e historiador, que publicó en su newsletter de Substack bajo el título original de ‘A Century of Supression’. Su traducción al español es, como habéis visto en el título de la publicación, ‘Un siglo de represión: familia, feminidad y lucha por los derechos de la mujer’
El texto me pareció muy ilustrativo e interesante por el análisis que realiza sobre la propaganda antifeminista y en contra de las sufragistas a principios del siglo XX. También resulta muy acertado si lo comparamos con la retórica que ciertos grupos políticos y sociales han adoptado en los últimos años para deslegitimar el feminismo —algunas cosas no cambian—.
Quería agradecer al propio Peter por permitirme traducir al español el artículo y compartirlo en mi newsletter, ¡desde aquí muchas gracias!
Las elecciones presidenciales de 2024 están cerca y los republicanos han intensificado su retórica anti-feminista, socavando los derechos y la autonomía de las mujeres tanto en palabras como en políticas. Desde desestimar los derechos reproductivos hasta ridiculizar a las mujeres que prefieren carreras profesionales antes que los roles tradicionales; sus acciones y políticas buscan reforzar una rígida jerarquía de género.
Este rechazo contemporáneo contra el poder político de las mujeres recuerda a una larga historia de esfuerzos por controlar ese poder al tratar de enmarcarlo como una amenaza para la familia. Hace más de un siglo, las caricaturas anti-sufragistas jugaban con estos mismos miedos, sugiriendo que la búsqueda del derecho al voto por parte de las mujeres no solo desmoronaría su propia feminidad, sino también el tejido de la vida doméstica.
Estas actitudes no están aisladas. Son parte de una larga tradición de avergonzar a las mujeres que se atreven a salir de los roles tradicionales. A principios del siglo XX, no se trataba solo de discursos o editoriales atacando a las sufragistas, también se trataba de medios visuales.
Al igual que los memes anti-feministas que hoy inundan las redes sociales de derecha, las caricaturas, postales y pósters de este período histórico ridiculizaban sus apariencias y personalidades, convirtiendo su lucha por la igualdad en algo grotesco y antinatural.
Esta división, entre el ama de casa idealizada y pasiva y la sufragista rebelde, no se limitaba a promover a una sobre la otra. Se trataba de obligar a las mujeres a elegir entre el compromiso político y una vida hogareña satisfactoria, un argumento que resuena hoy en los debates sobre la conciliación de la vida laboral y familiar y la maternidad.
Analicemos algunas caricaturas políticas de principios del siglo XX y veamos cómo las sufragistas estadounidenses y británicas fueron demonizadas, y cómo estas tácticas resuenan en las batallas políticas de hoy.
Caricaturas y burlas: el poder de la mujer fea
Una de las herramientas más poderosas que usaron las fuerzas anti-sufragistas fue la burla visual. Las sufragistas a menudo eran representadas como mujeres feas, masculinas y desaliñadas. Las postales y caricaturas exageraban sus rasgos para hacerlas parecer menos femeninas, como si la ambición política les restara belleza.
Esta estrategia no solo se trataba de ser cruel, sino en vincular la apariencia o el aspecto de una mujer con su valía. Si las sufragistas eran vistas como poco atractivas, se daba a entender que su causa era igualmente poco atractiva.
Estas imágenes no pretendían divertir, sino erosionar la simpatía pública por el movimiento feminista asociando la fealdad con el activismo. Enviaban un mensaje claro: ninguna mujer «respetable» querría ser sufragista.
Caracterización de las sufragistas como amargadas y enojadas
Otra táctica común era pintar a las sufragistas como mujeres enfadadas, chillonas y amargadas. Los dibujos animados a menudo las representaban regañando o gritando, con el ceño fruncido y expresiones severas, lejos del ideal de feminidad dulce y sonriente. Esta representación hacía que la búsqueda de la igualdad por parte de las sufragistas pareciera el desvarío de mujeres infelices que no sabían cuál era su lugar.
Pero el objetivo de esta propaganda no era únicamente desacreditar su causa. Se trataba de infundir el temor de que las mujeres que buscaban la independencia o el poder político eran intrínsecamente repulsivas.
Estas caricaturas resuenan hoy en el tropo de la “feminista enojada”, un estereotipo diseñado para silenciar a las mujeres que abogan por sí mismas o por los demás. El mensaje entonces, al igual que ahora, era claro: el enfado de las mujeres es antinatural y poco femenino.
Felicidad doméstica vs. activismo político
No solo se representaba a las sufragistas como abandonando sus propios roles, sino que también se las acusaba de alterar los roles de sus maridos. La propaganda sugería que las mujeres políticamente activas “feminizaban” a sus esposos, robándoles su autoridad y masculinidad.
Este tópico de emasculación se representaba visualmente en caricaturas donde se veía a las sufragistas dando órdenes a sus maridos o forzándolos a asumir tareas tradicionalmente femeninas. A los ojos de las fuerzas anti-sufragistas, una mujer que buscaba poder político en las urnas alteraba todo el equilibrio del hogar.
Esta reducción simplista entre la ama de casa idealizada y la sufragista “indisciplinada” o “rebelde” no solo trataba de promover la vida doméstica, sino que pretendía crear una división radical que sugería que las mujeres debían elegir: una voz política o una vida doméstica satisfactoria.
El mensaje era, y en muchos sentidos sigue siendo, que una mujer que busca igualdad no solo perdería su feminidad, sino que también desestabilizaría el hogar, una consecuencia demasiado costosa para que la sociedad la soporte.
La masculinidad como arma
La propaganda antisufragista atacaba a las mujeres retratándolas rechazando su feminidad. Muchas caricaturas mostraban a sufragistas usando pantalones —símbolo explícito de masculinidad— o con comportamientos considerados impropios de una dama, como fumar o hablar en voz alta en público.
Al representarlas con atuendos o roles masculinos, el objetivo era sugerir que las sufragistas ya no eran mujeres; se habían convertido en algo antinatural.
Este ataque visual pretendía aprovechar los profundos temores sociales sobre los roles de género. Si las mujeres pudieran votar, sugería la propaganda, empezarían a vestirse como hombres, a actuar como hombres y a abandonar sus cualidades femeninas «naturales».
Esta táctica tiene ecos en el panorama político actual, donde a menudo se critica a las mujeres en el poder por ser «demasiado masculinas» o «poco simpáticas», una extensión del mismo miedo a que las mujeres se salgan de los roles que les han sido asignados.
Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme y espero que te haya gustado tanto como a mi este texto de Peter Pappas. Resulta bastante descorazonador ver cómo mucha de esta retórica se ha mantenido un siglo después, que no hemos cambiado tanto como creíamos y que todavía queda mucho camino por recorrer.
Gracias por leer mi newsletter. Si te ha gustado esta sección de #Profundizando, encontrarás otras publicaciones que puedan ser de tu interés.
¡Hasta la próxima!
Mientras tanto, puedes leerme en mis notes.
Estoy en shock. Me sorprendió muchísimo que la cosa sea exactamente lo mismo a lo que vemos hoy en redes. Como dices, descorazonador. ¡Gracias por compartir!
Gracias ☺️. Me encanta la historia social.