Reflexionando #4 La vida entre pantallas y algoritmos
Hoy, lunes 26 de agosto, empezamos un reto de 21 días sin Instagram. Puedes encontrar las reflexiones del resto de compis en #21sinInstagram📱
🔔 Hoy empiezo un reto puesto en marcha por Sandra Stranger en el que varios creadores de contenido de Substack estaremos 21 días sin Instagram. A través de Notes y de nuestras newsletters contaremos la experiencia 📱
Ha sido este reto la inspiración para escribir este post y contar, como punto de partida, mi relación con mi teléfono móvil y con las redes sociales. Y compartir, también, cómo desde hace un tiempo e intentado reducir el uso que hago de ambos.
¡Empezamos!
¿Qué es lo primero que haces cuando te levantas? Si tu respuesta inmediata ha sido: “mirar el móvil”, tranquilx, aquí estás rodeado de tu gente. La buena noticia es que estamos intentando superar nuestra adicción.
Reconocerlo siempre es el primer paso👇🏻
¡Bienvenidas y bienvenidos a Letras y Pantallas! Mi nombre es Alex Ros —diseñadora narrativa y escritora que navega por libros y mundos digitales— y SÍ, lo primero que hecho durante mucho tiempo al levantarme ha sido mirar mi móvil. Ese teléfono inteligente que esperaba paciente en mi mesita cada noche su momento de volver a atraparme entre sus píxeles.
Puede parecer de perogrullo pero, en efecto, lo primero que hacía al levantarme era detener la —infernal— alarma del móvil y, claro, ya que estaba procedía a entrar en Instagram para ver las últimas publicaciones, a revisar WhatsApp por si había algún mensaje de vida o muerte, o a navegar por Safari leyendo algún medio digital.
Todo un trabajo de campo y de investigación a primera hora de la mañana.
AKA una buena sesión de cotilleo.
Dopamina.
Hace bastante que tomé conciencia de la cantidad de tiempo que perdía con mi smartphone. Y hablo de perder el tiempo porque no me aportaba nada —ni me sigue aportando nada a día de hoy—.
Y sí, claro que los teléfonos y las redes sociales posen cualidades muy positivas. Siempre me ha resultado maravillosa la capacidad de Internet de conectar personas y, de hecho, a lo largo de mi vida he conocido a grandes amigos a través de Internet —e, incluso, a mi pareja—.
Y, por supuesto, gracias al auge de las redes sociales y de las plataformas de divulgación de contenidos puedo estar hoy aquí escribiendo esta newsletter para la gente tan fabulosa que está al otro lado de sus pantallas.
PERO ✋🏻
Y con esto no voy a descubrir la pólvora… 💡
Las redes sociales pueden ser un pozo de horas y horas perdidas viendo stories y reels. Para más inri, la mayoría de las publicaciones son calcos unas de otras. La misma receta en diferentes cocinas. El mismo baile de moda en diferentes salones de casa. La misma fotografía en el mismo atardecer con diferente ropa. La misma workout routine en diferentes gimnasios. Y así un largo etcétera. Contenido impersonal pensado exclusivamente para vender.
¿Cuándo dejaron de ser las redes sociales un espacio puramente social en el que compartir pensamientos, fotografías y tonterías varias con tus amistades?
Qué felices éramos con Fotolog y no lo sabíamos… —disculpad este arranque de nostalgia milenial, seguimos—.
Hace unos meses vi en YouTube este vídeo de Matt D’Avella titulado “Dejo las redes sociales por 30 días”. Me resulta bastante curioso haberlo visto hace relativamente poco ya que el vídeo lleva cinco años subido en la plataforma. Supongo que era mi momento para verlo.
Para aquellos que no conozcáis a Matt D’Avella, este youtuber estadounidense cuenta, en otro tipos de contenido, con una serie de vídeos en los que intentan adoptar nuevos hábitos durante 30 días y comparte su experiencia y las reflexiones tras dicho período de tiempo.
👉🏻 En el vídeo Matt expone aspectos bastante interesantes sobre las personas y las redes sociales: aplicaciones como Instagram o TikTok nos hacen compararnos con estas vidas supuestamente perfectas —todo falso—; nos hacen necesitar esa atención constante y la respuesta continua de nuestros entorno y, por último, son un arma de destrucción temporal que nos lleva a perder muchas horas del día en ese scroll infinito. ⏱️
Este vídeo me hizo reflexionar sobre el uso que yo hacía de mi smartphone. Y me quedé pensando, con el móvil en la mano, sobre cuánto tiempo le dedicaba a ese pequeño aparato de forma diaria. Sobre cuántas veces a lo largo de mi día sentía la necesidad e, incluso, el impulso inconsciente de coger mi móvil, “teclear” mi código de desbloqueo y sentir esa dopamina que se genera al ver el menú de apps apareciendo en mi pantalla.
Una persona consulta su móvil 159 veces al día. Dedicamos 2 horas y 24 minutos de media navegando por redes sociales.
Gracias a este vídeo me paré a pensar en cómo quería invertir mi tiempo. ¿De verdad quiero consultar el móvil 159 veces por día? ¿De verdad quiero malgastar casi 2 horas y media de mi día en la mundanidad y frivolidad de Instagram y de Twitter?
Y pensé que, quizás, yo no dedicaba tantas horas diarias a mi móvil. Procedí a desbloquear mi teléfono. Acceder a Ajustes. Tiempo de uso.
Surprise, surprise 😳
Alrededor de 4 HORAS DIARIAS en aplicaciones como Instagram, YouTube, Twitter, WhatsApp y algún que otro juego móvil. Pero lo peor de todo es que ni siquiera era consciente de que pasaba tantísimo tiempo entre pantallas y algoritmos.
Los móviles se han convertido en un eje central de nuestras vidas que utilizamos para infinidad de gestiones cotidianas: leer el QR de una carta de un restaurante, pagar en el supermercado, pedir cita para el médico o hacer una transferencia.
Era el momento de poner una solución a este sin sentido. O, por lo menos, intentarlo.
Confieso que consulté demasiados vídeos de YouTube que abogaban por un uso más consciente del smartphone. Infinidad de gurús de minimalismo digital coinciden en lo mismo: limitar el uso del teléfono móvil a aquellas aplicaciones absolutamente imprescindibles.
Y entonces se me planteó otra pregunta. ¿Qué aplicaciones necesito para mi día a día? Obviamente, si fuéramos estrictos y puristas, la respuesta sería ninguna. Me llegué a plantear, incluso, adquirir un dumbphone. Un móvil que solo sirviera para llamar y mandar mensajes. Como el Nokia 3310 de toda la vida. Deseché esta opción ya que, pensándolo detenidamente, solo me supondría más quebraderos de cabeza y me haría la vida más complicada —que sí, que hemos vivido sin móviles siempre, pero tampoco voy a negar las ventajas que ofrece la tecnología—.
Y entonces pensé: ¿cómo puedo convertir mi smartphone en un teléfono móvil sin más? Tener simplemente un aparato que me siga permitiendo estar conectada con el mundo de una forma moderada y sana, y que me ofrezca las comodidades de un smartphone —como, por ejemplo, orientarme con los mapas y el GPS o poder tomar fotografías—.
Guía del autoestopista digital para una relación sana con su móvil
Estos son los pasos que yo seguí para poder tener una relación más sana con mi teléfono móvil y poder invertir ese tiempo tan preciado en mí misma. En hacer más deporte, en disponer de más tiempo para la lectura y, por supuesto, dedicar más tiempo a escribir. Tiempo de calidad que dedicar a mis aficiones. Y, en definitiva, a mí misma.
Con esto no pretendo evangelizar a nadie, simplemente compartir mi experiencia y lo que a mí me ha funcionado. Si a alguien más puede ayudarle en su objetivo de reducir el uso del móvil, bienvenido sea.
Paso 1. Borrar aplicaciones
Volvamos a la cuestión que he planteado hace un momento. A la pregunta del millón de dólares —aunque, obviamente, no vale tanto—.
¿Qué aplicaciones necesito en mi día día?
Hacerme esta pregunta me generó un poco de ansiedad. Lo percibía como una decisión muy importante —qué tontería, ¿verdad?—.
💬 Una aplicación que tenía claro que seguiría usando era WhatsApp. En mi caso no vivo en la misma ciudad que mi familia y principales amistades, así que tenía claro que quería mantener ese contacto diario y más inmediato con ellos. Así que WhatsApp se quedaba.
🏋🏼 Por otro lado, en el último año he experimentado un cambio de hábitos a otros más saludables —como compartí en una publicación anterior— y contar con mis aplicaciones de entrenamientos y de comidas me ayuda sobremanera a mantener dichos hábitos y a que la organización de entrenos y comidas sea más sencilla. Así que, al menos por el momento, estas dos aplicaciones también se quedan.
📸 ⏰ Personalmente me gusta mucho hacer fotos, especialmente cuando viajo o cuando visito lugares abandonados. Así que la Cámara era también algo innegociable. Junto con la aplicación de Alarmas, que me recuerdan diaria y religiosamente las tomas de la medicación de mi perrete.
🗺️ Otra aplicación a la que también le encuentro una gran utilidad es la de Mapas de iOS. En mi caso decidí mantener la de Apple puesto que no la encuentro tan intrusiva y gamificada como Google Maps. Mi pareja y yo viajamos mucho en coche y es una herramienta fundamental para encontrar con facilidad los sitios.
📩 Por trabajo y comodidad para llevar a cabo diversas gestiones también me decidí por mantener la aplicación de Mail o correo electrónico. En este caso volví a optar por la de iOS y eliminé Gmail. No tiene sentido tener aplicaciones duplicadas.
👩🏼💻 Personalmente me gusta poder leer la prensa digital en mi teléfono —aunque reconozco que cada vez lo hago menos y recurro más a mi portátil para ello— así que opté por eliminar todas las aplicaciones de medios y periódicos y mantener tan solo Safari. He creado una carpeta de favoritos en la que tengo acceso directo a los principales medios que consulto de manera frecuente.
📝 Por supuesto, Substack es otra de las aplicaciones que me gusta consultar desde mi teléfono. Si bien es cierto que estoy intentando establecer un horario en el que consultar Substack, publicar notas y escribir newsletters, pero hacerlo también desde mi portátil para limitar al máximo el uso del teléfono móvil. A su vez, el hecho de establecer un horario y una especie de rutina me facilita poder compaginar la escritura en Substack con mi trabajo y mi vida personal.
📱Otras aplicaciones que decidí mantener tienen que ver con el entretenimiento y con gestiones como la aplicación de mi banco, Podimo y Spotify, Wikiloc —muy útil para realizar rutas por la montaña— o la aplicación para pedir taxis.
¿Qué aplicaciones han desaparecido para siempre de mi teléfono?
Google Maps, Gmail, YouTube, Instagram, Twitter, infinidad de juegos, Just Eat, Netflix, Max, Dazn, Disney+, Slack, Good Reads, Ground News, Deepl, Wsticker, Mi Yoigo, Paypal, Reddit, muchas aplicaciones de medios y periódicos y —mi querido— Notion.
Desconectar las notificaciones de las redes sociales.
Un aspecto clave fue desactivar TODAS las notificaciones de WhatsApp, del correo electrónico, de la aplicación de entrenamiento, de Substack. Todas. Fuera.
A excepción de las llamadas de teléfono y de los mensajes tradicionales —¿os acordáis de los SMS?— que los sigo recibiendo para temas verdaderamente importantes.
Paso 2. Simplificar la interfaz
Uno de los aspectos más disruptivos de los smartphones es, sin duda, su colorida y llamativa interfaz. Esa infinidad de píxeles de colores que nos invitan —¿o más bien nos incitan?— a hacer cosas.
Esos puntitos rojos que nos recuerdan que tenemos algo pendiente sin chequear y que están pensados, precisamente, para que sintamos esa necesidad de que desaparezcan. Solo hay que entrar en la aplicación para que desaparezcan pero, claro, al entrar podemos quedar atrapados por un diseño y una usabilidad pensados al milímetro para que pasemos el mayor tiempo posible en la app o juego de turno.
Y, por supuesto, esto es algo que me ocurría constantemente. Esa sensación de coger el móvil, pasar un largo rato navegando y, de pronto, darte cuenta de que no recuerdas siquiera para qué lo habías cogido. Daba igual un puntito rojo en el icono de Gmail que una notificación de WhatsApp —malditas push notifications, cuánto daño han hecho—.
Así que lo tenía claro. Necesitaba eliminar distracciones visuales. Me surgió la curiosidad de si existiría alguna aplicación que te permitiese cambiar la interfaz de un smartphone (en mi caso un iPhone) y darle un look más sencillo. Similar al de los primeros teléfonos móviles. Que me mostrase solo lo imprescindible.
Tras una pequeña búsqueda en Google y algún que otro vídeo en YouTube ¡encontré el Santo Grial! Una aplicación llamada Blank Spaces que te permite simplificar la pantalla de inicio y deshacerte del ruido visual de iconos de aplicaciones —me gustó mucho el hecho de que no recoge datos—. Aviso que se trata de una app de pago (3.99$ al mes, 13.99$ al año y 22.99$ de por vida), pero yo lo he pagado encantada tras el período de prueba de una semana.
Así luce mi móvil actualmente.
Pantalla en negro. Texto en blanco. Tipografía minimalista. Y nada más.
Como he comentado antes, tiene todo lo que necesito. Acceso al menú de llamadas, al correo, a las alarmas, a WhatsApp, a Substack, a la Cámara, a mi aplicación de entrenamientos, a mi aplicación de comidas, a la aplicación de Mapas de iOS y a Safari.
Diez aplicaciones. No necesito más.
No sufráis por el resto de aplicaciones como los Ajustes del Sistema u otras app que uso de forma menos frecuente —como la aplicación del banco, Podimo o la app de pedir taxis— porque siguen en el listado de apps. Simplemente es más tedioso llegar a ellas.
Paso 3. ¿Limitar o reducir el uso?
Pero, Alejandra, aunque hayas borrado aplicaciones y hayas simplificado tu smartphone, todavía puedes acceder a tus dos talones de Aquiles —YouTube e Instagram— a través del navegador.
Mierda. Tienes razón.
¿Quizás podría optar por un límite de uso para la app de Safari?
Ya había usado los límites de las aplicaciones que ofrece iOS en el pasado y, la verdad, nunca me habían dados buenos resultados. Quizás a otras personas les resulta útil, en mi caso no ha sido así.
Además, llegados a este punto, quería ser capaz de poner límites de manera voluntaria. Reducir el uso de estas aplicaciones de forma consciente. Sin que sea una imposición que debo cumplir. Mi objetivo era, simplemente, dejar de usar Instagram y YouTube de manera compulsiva. En el caso de YouTube he de admitir que sigue siendo lo que más me cuesta ya que he desarrollado cierta dependencia a vídeos que me ayudan a poder conciliar mejor el sueño.
¿Y qué es lo que me lleva a perder más tiempo en Instagram y YouTube? La reproducción automática y las recomendaciones. Ese loop infinito en el que puedes saltar de un vídeo o reel a otro y, cuando quieres darte cuenta, ha pasado una hora.
Para mi sorpresa descubrí una extensión maravillosa para navegadores —está disponible para Safari, Chrome y Firefox— que permite, precisamente, limitar y no mostrar en pantalla ciertos apartados de sitios como YouTube, Instagram o Twitter, entre otras. Se trata de SocialFocus que ellos mismos definen como la “experiencia social media sin distracciones”.
En mi caso yo he configurado esta extensión para YouTube y para Instagram. En el caso de YouTube he ocultado las miniaturas, los vídeos recomendados, los comentarios y los vídeos shorts. Pero permite otras opciones como ocultar el buscador y las suscripciones. Para Instagram he ocultado las publicaciones sugeridas y las patrocinadas, los botones de carretes, messenger e hilos, así como las sugerencias de la página de exploración. Básicamente aquellos mecanismos de retención del usuario dentro de estas aplicaciones. Y esto me ha permitido usar YouTube e Instagram solo cuando de verdad me apetece buscar algo. Un uso más consciente y voluntario, como mencionaba anteriormente.
Desde mi propia experiencia, me ha resultado más útil y sostenible en el tiempo hacer uso de este método en lugar de recurrir a las opciones de límite de tiempo que ofrece iOS (que también están disponibles en Instagram) que no servían más que para generarme más frustración por darle cada día a omitir y sentirme peor por ello.
Han pasado algo más de dos meses desde que adopté BlankSpaces y SocialFocus y la diferencia es abismal. He notado como el uso de estas aplicaciones se ha reducido drásticamente y he pasado de casi cuatro horas en aplicaciones sociales —como Instagram, Twitter y WhatsApp—, Safari y juegos, a apenas media hora o cuarenta y cinco al día. Mi siguiente meta es reducir el uso de YouTube.
Por supuesto, huelga decir que SÍ hay ciertas aplicaciones de las que hago bastante uso, pero no me preocupan tanto —quizá deberían, pero por ahora estoy bien así y tampoco siento que no pueda vivir sin ellas—. Como, por ejemplo, las mencionadas aplicaciones de entrenamiento y comidas o aplicaciones como Podimo o Spotify que me acompañan durante mis entrenamientos.
Y esta es mi relación con mi smartphone📱
Uno de los motivos por los que me he animado a unirme al reto de #21sinInstagram es demostrarme a mí misma que, efectivamente, puedo vivir sin redes sociales. Al menos entendidas desde la toxicidad imperante y reinante en los reels y las stories repletas de consumismo y frivolidad.
Compartiré día a día mis sensaciones en la sección de notas y dedicaré una publicación final contando la experiencia y mis reflexiones.
¡Espero que os guste este contenido diferente!
Pd: ninguna de estas aplicaciones me está pagando ni se trata de contenido promocionado. Tan solo estoy compartiendo mi experiencia por si a alguien puede servirle de ayuda.
Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por leerme. Un día más, espero que esta publicación te haya resultado valiosa e interesante.
Si quieres, cuéntame en los comentarios tu experiencia y tu relación con tu smartphone. ¿Te has planteado alguna vez limitar su uso? ¡Te leo!
Si te ha gustado esta sección de #Reflexionando, encontrarás otras publicaciones que puedan ser de tu interés aquí.
¡Hasta la próxima!
Mientras tanto, puedes leerme en mis notes
Creo que me resultará sencillo. No tengo instagram. Últimamente, con tanta llamada fantasma y de spam, pese a estar en la lista Robinson, estoy pensando en ¡quitar el teléfono de mi teléfono! y solo utilizar voz por internet (FaceTime, WhatsApp, Signal…) ;-)
¡Mucho ánimo con el reto, Alex!
Leyéndote he caído en la cuenta que a mí también me da muchísima satisfacción el acto insconsciente de coger el móvil, desbloquearlo y... ¡ya! Aunque no vaya a mirar nada, pero solo con saber que lo tengo ahí. ¡Es fuerte!
Llevo unas cuantas semanas tratando de no mirar el teléfono hasta un par de horas después de haberme despertado. Al principio fue duro, porque la inercia podía más, pero cada vez me siento más cómodo. Al final la tecnología es maravillosa y no hay que demonizarla, simplemente tenemos que aprender a hacer un uso sensato. ¡Deseando conocer cómo vas avanzando en las próximas semanas! :)