Reflexionando #2 El ser humano es basura
¿Alguna vez te has parado a pensar que en la naturaleza no existe el concepto de basura?
¡Bienvenidas y bienvenidos a Letras y Pantallas! Mi nombre es Alex Ros —diseñadora narrativa y escritora que navega por libros y mundos digitales— y hoy quiero compartir con vosotros y vosotras una realidad que lleva meses persiguiéndome:
Solo los seres humanos generamos basura.
Para muchos y muchas os resultará una afirmación de lo más obvia. Generamos basura de forma diaria y casi sin pestañear: ropa vieja, botellas de plástico, cartones de leche, ordenadores rotos... Lo “bonito” de la basura es que no entiende de sexo, clases sociales, religiones o países. Obviamente el tipo de basura que genera una persona del barrio de Manalapan (en Nueva York) que no es la misma que la de otra persona de Antanarivo (en Madagascar). Pero ambos generan basura y viven rodeados de basura —desgraciadamente en mayor medida en los países menos desarrollados— .
Los ecosistemas naturales funcionan por ciclos: cuando una planta o un animal muere se convierte en nutrientes para la siguiente generación de plantas. Las rocas se descomponen y proporcionan minerales que, combinados con esa materia orgánica, crean nuevos suelos. El carbono gaseoso de la atmósfera es absorbido por las plantas a través de la fotosíntesis que, a su vez, alimentan a los animales. Los que, finalmente, se descomponen tras morir y son “reciclados” por la tierra de nuevo. En la naturaleza no hay residuos, sino un continuo proceso cíclico de renovación.
Vivimos en una sociedad en la que hemos asimilado e interiorizado el concepto de basura. Se ha introducido en nuestra rutina sin darnos cuenta y la sociedad de consumo se ha encargado de legitimizar su existencia: la basura es una consecuencia lógica del simple hecho de “hacer cosas”. Si queremos socializar y hacer planes que nos permitan escapar de nuestra rutina, la sociedad de consumo nos ha enseñado que solo su sistema nos permite hacerlo. Ir de compras, ver Netflix, quedar a cenar o, incluso, ir al gimnasio. Cualquiera de estos planes supone un desperdicio de algún tipo. Hemos olvidado que existen otras formas alternativas de ocio que no implican necesariamente generar basura —mis disculpas por ponerme ecosocialista otra vez—. Pero bueno, sobre este concepto ya he hablado en publicaciones anteriores y daría, además, para su propio post.
Reusar, reparar y reciclar
Tras la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, a partir de los años sesenta llegó el boom consumista del famoso “usar y tirar”. Productos de un solo uso que poco a poco han ido poblando nuestros mares, bosques y ciudades. Una práctica que, si bien se está tratando de remediar, todavía se extiende hasta nuestros días. Son muchas las imágenes que se pueden encontrar con tan solo una búsqueda de océanos y playas repletos de plásticos o de montañas de ropa usada que se acumulan, como no, en países del sur del globo.
Pero entonces llegó la salvación a todos nuestros males: EL RECICLAJE. Otra forma más del capitalismo de generar beneficios con la basura, no solo a través de las tasas de recogidas de basura, sino a través de las empresas intermediarias que se dedican supuestamente a reciclar los residuos que producimos1. Por supuesto, el reciclaje es necesario y permite reducir los desperdicios que generamos, pero, si no se complementa con otras prácticas, tan solo es un parche a un problema mayor. Con el pretexto del reciclaje nos hicieron creer que la culpa era nuestra por no separar envases de plástico de la piel de un plátano —algo que, repito, es necesario—. Poniendo el foco en el individuo y alejándolo de los verdaderos responsables del cambio climático.
Al margen de las grandes multinacionales del sector cárnico, textil y petrolero —que deberían afrontar tasas e impuestos mucho mayores, así como replantear por completo sus modelo de negocio—, el propio sistema de producción y de consumo tendría que replantearse por completo. En los últimos 30 años, hemos esquilmado un tercio de los recursos naturales de la Tierra, y corremos el riesgo de agotarlos por completo. ¡UN TERCIO! ¿No te resulta una cifra sobrecogedora? Los expertos coinciden en que esta tendencia solo puede revertirse cambiando el modelo lineal de producción por otro circular que simule lo que la naturaleza lleva tantos millones de años haciendo: REUSAR.
La basura es un fallo de diseño
Durante gran parte del siglo XX se han diseñado coches, casas o prendas de ropa sin pensar sin pensar en el impacto que iban a generar tras su vida útil. Los sistemas de producción y de consumo actuales son lineales. Suponen una sobreutilización de los recursos naturales y generan una gran cantidad de basura y desperdicio. Solo en España una persona genera, de media, entre 400 y 500 kilos al año. Media tonelada. Y esto puede no parecer mucho, pero si lo multiplicamos por 48 millones de personas son 24 millones de toneladas al año de basura. Una cifra que es infinitamente más alta en otros países del mundo como Estados Unidos o Australia.
Actualmente, dos tercios de todos los materiales que circulan en el sistema de producción se emiten como contaminación (por ejemplo, el carbono de los combustibles fósiles) o se convierten en residuos. Esto se traduce en 67.500 millones de toneladas2. La basura es un fallo de diseño al diseñar un producto pensando únicamente en la óptica humana de uso/consumo y sin tener en cuenta los procesos de extracción de materiales, fabricación y eliminación o descomposición.
Los tres enfoques más importantes son la reparabilidad, la extensibilidad y la reutilización. Por ejemplo, los coches. ¿Por qué no puedo mejorar mi viejo coche e integrarle nuevas funciones de seguridad? ¿Por qué no se puede devolver después a la fábrica para reutilizar sus piezas? Porque el modelo de negocio de la industria automovilística es obtener beneficios vendiendo coches nuevos. Es un problema del sistema.
- Profesor Don Norman (The Design Lab) de la Universidad de California.
Los sistemas de economía circular abogan por ese principio de reutilizar, reparar y, en última instancia, reciclar. Este tipo de economías ponen el énfasis en la necesidad de reducir el consumo de forma global, así como en la importancia de considerar el ciclo de vida completo de un producto desde la obtención de las materias primas hasta su eliminación. En esta transición ecológica la tecnología puede jugar un rol fundamental gracias a los avances tecnológicos que nos permitan desarrollar materiales más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente.
¿Cuánto tardan los distintos materiales en degradarse por completo?
Las latas de aluminio tardan entre 50 y 100 años en descomponerse. Las botellas y bolsas de plástico más de 500 años. Las botellas de cristal hasta 1 millón de años. Una rueda de coche puede tardan 2000 años en descomponerse. En el caso de los tejidos de poliéster la cifra es de más de 100 años. El poliestireno expandido puede tardar entre 500 y 1000 años.
¿Asusta, verdad? Recientemente leí una frase en un post de Instagram —sí, también se pueden encontrar reflexiones interesantes en esa red social— que decía que el primer cepillo de dientes de plástico que usaste en tu vida todavía no se había descompuesto. Y esto me llevó a hacer una simple búsqueda: el primer cepillo con cerdas de nailon se inventó en el año 1938 por la empresa DuPont. El nailon puede tardar entre 200 y 400 años en descomponerse. Las matemáticas son sencillas. Y esto tan solo se aplica a algo diminuto de nuestro día a día que si lo extrapolamos al resto de aspectos nos permite entender el problema que tenemos con la basura y el desperdicio.
Cada vez son más las empresas que abogan por una producción y un consumo conscientes a través, por ejemplo, de producción de stock únicamente bajo previa demanda como Ubeefe u ofreciendo programas de reparación de sus productos como Patagonia. Así como, por supuesto, la utilización de materiales más respetuosos con el medio ambiente como puede ser el algodón orgánico. Empresas textiles que fabrican sus productos con hilo reciclado como Iaios. Encontramos también arquitectos que diseñan edificios que permiten conservar mejor la energía y el agua aprovechando la luz del sol y la lluvia; o ingenieros civiles y paisajistas que diseñan las aceras y alcorques para que, en lugar de sobrecargar los sistemas de alcantarillado, las aguas pluviales vuelvan a empapar el suelo. Juntas vecinales que favorecen la creación de redes sociales que posibiliten la reutilización de los productos.
La verdad es que no sé muy bien cómo terminar esta publicación porque, de nuevo, he plasmado en estas líneas mi profundo pesimismo y desencanto con el sistema capitalista. Para aquellos interesados únicamente en el rédito económico, me gustaría mencionar que entidades, como Goldman Sachs, o fundaciones, como la Ellen MacArthur Foundation, destacan los beneficios económicos que supondría el cambio a una economía circular3. ¿Todos ganamos, no?
♻️ Si quieres profundizar más sobre diseño y sostenibilidad, te recomiendo The Hannover Principles: Design for Sustainability del arquitecto Bill McDonough y el químico Michael Braungart publicado para la Expo 2000 en Hannover. ♻️
Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por leerme. Un día más, espero que esta publicación te haya resultado valiosa e interesante. Cuéntame en los comentarios: ¿te habías planteado alguna vez estas nociones? ¡Te leo!
Si te ha gustado esta sección de #Reflexionando, encontrarás otras publicaciones que puedan ser de tu interés aquí.
¡Hasta la próxima!
Mientras tanto, puedes leerme en mis notes.
Investigación de Greenpeace que desmontó las mentiras de la empresa Ecoembes y los engaños en la gestión de residuos: Ecoembes miente (2020)
Artículo publicado por National Geographic sobre la economía circular: Is a world without trash possible? (2020).
Artículo publicado por Miguel Ángel García Vega en El País: Economía circular: línea recta hacia los beneficios a largo plazo (2024).
Antes que nada...
¡Qué post tan hermoso! Cargado de emoción y argumento.
Por otro lado, pienso que no es un error de diseño, ese diseño de antaño se hizo con ese propósito.
Comprendo el contexto que te lleva a decirlo y ese enfoque es interesante. Pero ese diseño fue perfectamente hecho a la medida y tiene todas las intenciones de vender productos con poca vida útil.
Me atrevo a decir que en sus inicios, ninguna empresa de aquellas poderosas y supercontaminadoras, tenían en mente la economía circular o crear procesos productivos sostenibles.
No, no, no. Ellos sabían lo que estaban haciendo.
No fue un error de diseño, fue parte del origen de sus riquezas económicas, no iban a dejar eso a la suerte, ni mucho menos se iban a equivocar.
No es un fallo, es un acierto tremendo que revela la inexistente consciencia ambiental de los grandes empresarios de décadas pasadas, revelando el monstruo capitalista que llevan dentro.
Si fuese un error de diseño, estarían libres de culpa.
Así que, no debemos ser tan amables con ellos librándolos de algo que se han ganado a pulso.
Claro, no son los únicos culpables, hay muchos factores, pero creo que para ser esté un simple comentario, me he extendido demasiado :D